La contaminación del aire pueden alterar la estructura de los polenes que están en el aire haciéndolos más alergénicos.

En algunos meses del año, se concentran en el aire altos niveles de pólenes. Unos están presentes solo en primavera como las gramíneas o el olivo, otros en invierno como el ciprés, y otros pueden estar presentes durante todo en el año como la parietaria.

Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) las enfermedades alérgicas por pólenes afectan en nuestro país a más de ocho millones de personas, siete de los cuales son alérgicos a gramíneas seguidos en orden decreciente por alergia al olivo, arizónica, plátano de sombra, salsola y parietaria.

La contaminación aumenta los síntomas de alergia

La emisión de partículas contaminantes procedentes de las calefacciones y de los motores diésel altera la estructura del polen. Genera proteínas de estrés como mecanismo de defensa y aumente su capacidad de inducir una respuesta alérgica en personas susceptibles. Estas proteínas de estrés incrementan la agresividad del polen en los lugares contaminados.

Por este motivo, en las ciudades con niveles mas altos de contaminación, se producen más casos de alergia a pesar de que la concentración de pólenes sea menor que en el campo.

Además los altos niveles de contaminación de las ciudades favorecen el fenómeno de inversión térmica que impide a los pólenes abandonar la atmósfera e incrementa el tiempo de exposición a ellos para las personas que viven allí.